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puerto
de buenos aires - darsena norte- 26 de noviembre - 2005, 20.30
hs.
edición: -
- fernando lópez lage -
mal
incurable
miren
jaio
archivo
1. Compilación de documentos que registran acontecimientos
ya sucedidos. 2. Elemento connatural a los grandes relatos, aspira
a la totalidad y la universalidad, aunque su naturaleza es incompleta
y parcial. 3. Crea rupturas en la percepción habitual de
la existencia como un todo continuo sin fisuras. 4. Tiene carácter
funcional: se emplea el archivo del pasado para intentar dar sentido
al presente y el futuro. 5. Apenas queda nada fuera de él
y es omnipresente en el imaginario colectivo. Curiosamente, “imaginario”
también es un tipo de archivo.
Son muchas las acepciones posibles asociadas al “archivo”.
A continuación se intenta analizar el porqué del
mal de archivo a través del análisis de tres acepciones
del término.
El documento como exceso
En esto hay consenso: el mundo es un lugar hostil. La incertidumbre
que genera la velocidad con la que las cosas cambian y se acumulan
una sobre la otra hace que lo sea. Ante este panorama, el archivo
se presenta como una forma de resistencia a una dinámica
de mutación y acumulación constantes.
Una
resistencia inútil. Porque, cuando ya nada escapa al registro
documental, ¿consigue frenar el archivo la velocidad con
la que las cosas cambian? No. ¿Consigue al menos frenar
el exceso, la acumulación? Tampoco. Si el archivo tiene
como misión dar sentido y orden, paradójicamente,
al generar archivo, se suma más ruido y residuo al exceso
previo.
Corbis
Corporation, empresa propiedad de Bill Gates, se dedica a comercializar
en la red reproducciones digitalizadas de obras de arte. Las copias
originales de las imágenes, cerca de setenta millones,
se almacenan en distintas minas en desuso. No se conocen fotografías
del interior de estos depósitos que forman parte del paisaje
de arqueología industrial de las afueras de Pittsburg.
La
sima de una mina abandonada como cementerio de imágenes.
Esta imagen no vista funciona como metáfora del documento
como residuo. También guarda un significado menos metafórico:
el de los límites, no por absurdos menos rentables, a los
que llega la lógica del sistema capitalista en su obsesión
por transformarlo todo, incluso el residuo, en producto de consumo.
2.
el documento como fetiche
El archivo es fetichista, si por este nombre se entiende aquel
sujeto que sustituye el objeto de deseo ausente por otro. Según
esto, el documento es siempre el objeto que se encuentra en lugar
del momento pasado del que es testimonio.
En
el espacio del arte, el documento asume un segundo grado de fetichización.
Aquel en el que aparece en sustitución de la obra de arte.
Así, tras cuarenta años de prácticas artísticas
diversas (procesuales, no objetuales, conceptuales…), puede
hablarse de una naturalización del documento en el contexto
artístico.
Esta
relación de transferencia no es sin embargo de sentido
único: si el documento “puede” no sólo
estar en lugar de, sino ser un objeto artístico, el objeto
artístico “es” siempre un documento. Siguiendo
con esto, independientemente de su valor estético, una
estatua ecuestre de Franco aparecerá de manera legítima
en una exposición histórica sobre la dictadura franquista.
En
el caso anterior, documentos y obras de arte aparecen nivelados
por la distancia retrospectiva. Pero, ¿qué sucede
cuando éstos comparten contexto en un espacio de arte contemporáneo
donde el énfasis se pone en lo estético? Pues que
la operación de nivelación vendrá por otro
lado. Si el valor estético es intrínseco a la obra
de arte, lo que dota a un documento de valor estético en
un espacio artístico, y lo que altera su status, es el
gesto denotativo –y, en ocasiones, soberbio- del comisario.
La
representación del terror: la exposición de la RAF
celebrada en Berlín entre enero y mayo del 2005 reúne
material documental y obras de arte de cincuenta y dos artistas.
Con alguna excepción puntual y deliberada, las dos áreas,
documental y de exposición, se encuentran claramente delimitadas.
Abajo,
en la zona de documentación, una pequeña sala en
forma de cripta poco iluminada recoge materiales editados fuera
de Alemania. En la pared, tres o cuatro fotos en blanco y negro
de Andreas Baader y Gudrun Ensslin durante su exilio en París
a finales de los 60. Jóvenes y relajados, sonríen
a la cámara desde la mesa de un café parisino cubierto
de espejos mientras fuman Gauloises de un paquete colocado junto
a un cenicero donde se lee “Campari”.
En
el último piso de la zona de exposición, junto a
la gran proyección de DIAL History de Johan Grimonprez,
en un monitor se proyecta A bout de souffle de Godard. Tumbados
sobre una cama, Belmondo y Seberg hablan y fuman cigarrillos sin
parar. Son jóvenes, guapos, salvajes y tienen estilo. A
bout de souffle era la película favorita de Andreas Baader.
3.
el documento como nostalgia
El archivo es fetichista. También nostálgico. Porque,
además de desear el objeto ausente, el archivo desea la
causa, también perdida, de ese deseo1.
Entre
octubre y diciembre de 2004, se presentó Beste Bat! en
el espacio de entrada de la sala rekalde. Este proyecto que comisariamos
Arturo f. Rodríguez y yo se presentó en forma de
archivo con material documental del rock radical vasco. Este fenómeno
continuador del punk del 77 que estalló en el País
Vasco en los 80 fue a la vez síntoma y catalizador de una
década convulsa marcada por el desánimo, la heroína,
el sida, el desmantelamiento industrial, el paro, el endurecimiento
de ETA y la aparición de los GAL.
Muchos
son los peligros (tematización estéril, totalitarismo
didacticista, mixtificación arbitraria...) que acechan
a una exposición con material de archivo. Pero sin duda,
el mayor de los fantasmas planeando sobre un proyecto que abordaba
asuntos tan próximos a las biografías personales
de todos era el de la nostalgia. No queríamos caer en la
mitificación de un pasado del que, como alguien anotó
en el libro de comentarios, Eskorbuto dijo con su lucidez nihilista
habitual que “... ha pasado / y por él nada hay que
hacer / el presente es un fracaso / y el futuro no se ve”2.
Sin
embargo, la agenda oculta de BB! tenía mucho que ver con
la pulsión nostálgica. Como descargo, nos decíamos
que ésta andaba más cerca del exorcismo de fantasmas
que de la celebración autocomplaciente. Porque uno de los
objetivos era identificar la línea de discontinuidad entre
el hoy y aquellos días, contradecir aquello de que “veinte
años son nada”3. Teóricamente, el ejercicio
ayudaría a identificar la causa del deseo perdida una vez
que las cosas han cambiado sin remedio. La metodología
del archivo, aquel que “nos priva de nuestras continuidades”4,
sería la más adecuada. En cualquier caso, imposible
escapar a la nostalgia.
Esas
discontinuidades y la actitud ambivalente por todos compartida
se hicieron más que evidentes en las mesas redondas, los
conciertos o las anotaciones en el cuaderno de comentarios: “Asko
botatzen dut faltan” -“Echo mucho de menos todo aquello”-,
“Desde que nos han metido en la sala rekalde me siento como
embalsamado (¡fuego a la sala rekalde!)”5.
El
último comentario resulta comprensible. La entrada del
rrv en la sala rekalde –situada a pocos minutos andando
del Guggenheim y a horas de distancia mental de los bares y gaztetxes
donde en los 80 brilló el rrv-, iba más allá
del dictado del acta de defunción. En el entorno burgués
de Abando, la rebeldía del fenómeno quedaba definitivamente,
sí, embalsamada.
Así,
el propio dispositivo expositivo y representacional (y el aislamiento
desactivador de él derivado) y la ubicación de la
sala contribuyeron a evidenciar esas discontinuidades de maneras
que no habíamos imaginado:
Doce
del mediodía. La sala rekalde se abre a través de
una enorme cristalera a la avenida Recalde, una de las arterias
de la ciudad. Esta cristalera crea una relación especular
entre el dentro y el afuera. A un lado, varios jóvenes
miran fanzines y vídeos en monitores. Al otro, una protesta
cierra la calle. Los manifestantes dan la espalda a la cristalera.
El objeto de sus iras se encuentra en el edificio de enfrente,
la sede del PSOE. Cientos de hombres de mediana edad vestidos
con monos reparten pasquines y corean lemas. Son los trabajadores
de La Naval, el último gran astillero del País Vasco,
cuyo cierre parece inminente.
Dentro,
uno de los vídeos de los monitores recuerda las protestas
por el cierre del otro gran astillero vasco, Euskalduna (La Vasca),
hace veinte años. El cierre, también decretado por
un gobierno socialista, se convirtió en un símbolo
de lucha y protesta solidaria de la sociedad vasca durante el
proceso de desmantelamiento industrial.
Lo
que sucede al otro lado del cristal, sin embargo, y a pesar de
diversos intentos institucionales de resucitación, es otra
cosa. La historia es parecida, pero las circunstancias son muy
distintas. Hace veinte años (cuando los trabajadores de
La Naval fueron tachados de insolidarios), la protesta popular
fue masiva. Hoy son otros tiempos, no sólo los de la deslocalización,
sino los de la bonanza económica local, las soluciones
individuales y la multiplicación de opciones. Mientras
tanto, el sentimiento dominante sigue siendo el de desamparo,
desamparo por la pérdida de sentido de la historia colectiva
y de lo trágico. A pesar de ello, “el impulso para
aferrarse al pasado es muy fuerte, y a veces cuesta trabajo entender
por qué aquellas cosas que una vez funcionaron ya no lo
hacen”5.
notas
1. ZIZEK, Slavoj: El frágil absoluto, Pre-textos, Valencia,
2002. (En la melancolía nos encontramos con el “objeto
del deseo privado de su causa”).
2. ESKORBUTO: Cerebros destruidos, Anti-todo, Discos Suicidas,
Getxo, 1986.
3. GARDEL, Carlos y LE PERA, Alfredo: Volver, 1935.
4. FOUCAULT, Michel: The Archaeology of Knowledge, Tavistock Publications,
London, 1982.
5. Libro de comentarios, sala rekalde, Bilbao, 2004.
6. MENAND, Louis: American Studies, Farrar, Straus & Giroux,
New York City, NY, 2002.
leido
por belén gache
miren jaio
Licenciada
en Hª del Arte por la Universidad de Zaragoza (1986-1991)
y Master en Museología por la City University de Londres
(1992-1994).
Profesora de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad
del País Vasco (noviembre de 2002-abril de 2004).
Ha ejercido la crítica en diversos medios (Zehar, Lápiz,
Arquitectura Viva, Rekarte, Mugalari del diario Gara) y también
ha colaborado en catálogos y publicaciones (Área
2 de la Sala Rekalde, Reacción-Erreakzioa, Casa Encendida,
Manifesta 5, ¡Escóndete Objeto!) así como
en la edición en 2003 junto a Peio Aguirre y Leire Vergara
de la publicación Front Line Compilation que acompañaba
al proyecto del mismo título organizado por DAE y en la
edición en 2004 de Beste Bat!, la publicación que
acompañó al proyecto del mismo título. Cursos
y conferencias, entre otros: en 2005 “Breves apuntes sobre
los términos periferia, institución y crítica”
para “Crítica de arte y museos: in & out”,
curso sobre museos en el museo Artium, práctica artística
y feminismo en el País Vasco, una conferencia en Arteleku
como parte del taller de Mutaciones del feminismo del proyecto
Desacuerdos (Macba, Arteleku), en 2004 coordinó la mesa
práctica artística contemporánea dentro de
las jornadas “Después de Manifesta” de la Udako
Euskal Unibertsitatea, en 2003 dirigió un Taller de crítica
y comisariado de 20 horas en el centro CCE de Córdoba (Argentina),
El efecto Bilbao en la Academia de Bellas Artes de La Paz (Bolivia),
en 2001 “Otras narraciones, otras políticas de identidad”
en las Jornadas sobre Arte Contemporáneo de Eusko Ikaskuntza,
“A personal lexicom for the end of the millennium”
en Germinations IX, etc.
En 2005 participó en Film Ideal Siempre, un proyecto de
vídeo de artistas y comisarios para Desacuerdos (Macba,
Barcelona).
En 1996 obtuvo la beca de postgrado de la Fundación Guggenheim
Bilbao en el departamento curatorial del museo Guggenheim New
York. También cuenta con experiencia en diversos centros
como Riverside Studios, Chisenhale Gallery y Tate Gallery de Londres
(1993-1995). Se ha dedicado a la traducción de libros y
publicaciones y la docencia.